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Érase una vez...

[Un sitio especial]

[Un sitio especial] Raquel se quedó boquiabierta cuando, al despertarse, el libro no estaba encima de su mesilla de noche. Intentó hacer memoria de lo que había ocurrido, pero por más que pensaba, no encontraba explicación. De repente, un leve recuerdo se le vino a la mente.
Días atrás, la señora Josefina le había dicho que la llevaría a un lugar muy especial. Josefina era una señora de setenta años que pasaba mucho tiempo con Raquel porque los padres de la niña trabajaban y apenas tenían tiempo para ella. Josefina disfrutaba mucho cuando Raquel iba a su casa. Sólo tenía nueve años y eso a la señora Josefina le daba vitalidad, energía, vida.

-Entre semana tienes cosas que hacer. Los deberes, los exámenes, las clases de baile, natación… Así que apenas te queda tiempo para salir y disfrutar. Pero este fin de semana vamos a ir a un sitio que nunca has estado. Un sitio mágico… Si tus padres lo permiten, por supuesto.
-¿Y qué tiene ese sitio de especial? –Contestó Raquel sin darle demasiada importancia- A mis padres seguro que no les importa. Estarán muy ocupados, como siempre.
-Ahora no te voy a decir qué tiene de especial. Lo tendrás que descubrir por ti misma. Pero ya verás como no te costará averiguarlo.

Al principio, Raquel no mostró mucha ilusión, pero por la noche, cuando llegó a casa, comenzó a pensar.

-Un sitio especial… Donde no he estado nunca. ¿Me llevará a un bosque? No creo, eso no tiene nada de especial. Ah, ya sé, iremos de picnic, que sabe que estoy deseando hacer uno. Pero dijo también que era mágico… Y un picnic no tiene nada de magia. Bueno, el sábado lo veré.

Cuando la señora Josefina le dijo a Raquel de ir a ese sitio era martes. La semana había pasado volando. Habían estado muy liadas las dos y apenas habían percibido que los días pasaban.
Llegó el sábado. Fin de semana. ¿Destino? Lugar mágico. La señora Josefina se pasaría a por Raquel a las cinco de la tarde. Primero la llevaría a merendar a la cafetería que tanto les gustaba a las dos. Después irían al sitio equis.

-¿Queda mucho? –Preguntó Raquel impacientemente.
Josefina rió.
-No, dentro de unos cinco minutitos llegaremos.
-¿Pero no me vas a explicar cómo es ese sitio ni nada de nada?
-Pero, a ver… Si estamos ya llegando. En unos minutos lo vas a ver con tus propios ojos. ¿Para qué quieres que te lo explique ahora?

Raquel refunfuñó. Pero Josefina tenía razón. En apenas cinco minutos, llegaron a un callejón bastante oscuro. Al fondo de este, había una tienda pequeñita con una puerta más chica aún. Josefina llamó a la puerta. Alguien miró a través de la mirilla y Josefina le sonrió. Raquel no entendía nada. Cuando la puerta se abrió, Josefina y Raquel entraron. Primero atravesaron un pequeño pasillo, estrecho y con apenas iluminación. Después abrieron otra puerta y llegaron a ese lugar tan maravilloso que Josefina había estado escondiendo.
Era una librería. ¡Y estaba llena de gente! Raquel no comprendía como de una puerta tan pequeñita podía aparecer un sitio tan grande. Tenía cuatro plantas y en cada planta había más de mil estanterías llenas de libros. Había personas por todos lados. Algunos buscando algo, otros hablando y lo que más llamó la atención de Raquel fue que había muchos que estaban sentados o tumbados en cómodos sofás con los ojos cerrados.

-Bueno, bueno, bueno… Así que tenemos una nueva amiguita con nosotros –Comenzó diciendo el dueño de la librería.
-Sí, creo que ya era hora de que viniera. Sé que le encantará este sitio. Y estoy segurísima de que vendrá siempre que tenga tiempo. –Le dijo Josefina.
-Bien pequeña, ¿te ha explicado Josefina en qué consiste esta librería?
-Pues no… ¡Pero yo le he preguntado y ella no ha querido decírmelo!
-No te preocupes que ahora te lo explico yo todo. En primer lugar, si has llegado hasta aquí es, sin duda, porque eres una niña especial. En segundo lugar, decirte que no debes hablar con nadie de este sitio. ¿De acuerdo?
-De acuerdo.
-Esto es una librería, como has podido comprobar y escuchar, puesto que te lo he repetido un millón de veces por lo menos. ¡Pero ojo! No es una librería cualquiera. ¿Has abierto alguno de los libros que hay aquí?
-Pues no…
-¿Y a qué esperas? ¡Corre y coge uno!

Raquel fue corriendo a la estantería que estaba más cerca de ella. Escogió un libro de tapas rojas con las letras del título en dorado. El libro era Alicia en el País de las Maravillas. Tal fue la sorpresa que se llevó Raquel al abrir ese ejemplar, que casi se cae de espaldas. En su interior no había letras. Al comienzo del libro estaban todos los personajes con vida, saludando desde su interior a Raquel. Y así ocurría en todo el libro. Los personajes se movían, bostezaban, lloraban, reían, se caían… No podía creer lo que estaba viendo. ¡Y se dirigían a ella!
Raquel miró con total asombro al dueño de la librería y a la señora Josefina. Ambos sonreían. Raquel puso el libro en su sitio.

-¿Qué tal? ¿Te ha gustado lo que has visto? –Le preguntó la señora Josefina.
-¡Los personajes se movían! ¡No había letras en el libro! ¡Y me saludaban!
-Ya te dije que no era una librería cualquiera –Respondió el dueño-. Pero hay algo más que no has visto. Es cierto que en los libros no hay letras. En sus páginas, todo cobra vida. ¿Has visto a esas personas que están en esos sofás con los ojos cerrados?
-Sí, los vi cuando entré.
-Muchas de las personas que entran aquí, están buscando algo en especial. Tal vez necesiten algo cómico, porque han tenido un día triste. O quieran una historia de amor. O fantasía… Pero otras no saben muy bien qué buscan. Esas personas no escogen los libros que van a leer. Los libros les escogen a ellos. Tú eres del segundo grupo. Has venido aquí sin saber muy bien por qué. Y cuando has averiguado qué era esto, sigues sin saber qué necesitas. Así que sólo tienes que sentarte en uno de esos sillones y esperar un poco. Un libro llegará a tus manos. Pero no te lo podrás quedar. Cada libro tiene su lugar, y si te lo llevas, él sabrá cómo volver a casa.

Raquel se fue a uno de esos sillones. Se sentó y comenzó a mirar a su alrededor. Todo era precioso. Madera, telas de color rojo, filos dorados… Aquello parecía un palacio. De repente, vio como se dirigía hacia ella flotando en el aire algo envuelto en un halo de luz. Cuando estaba más cerca, pudo comprobar que era un libro. El libro se asentó en sus piernas. Y Raquel escuchó un suave susurro: “Cierra los ojos, pequeña”.
Raquel Abrió el libro y después cerró los ojos. No sabe cómo, pero de repente estaba en un lugar completamente distinto. Estaba en la calle. Todas las aceras estaban limpias, los árboles tenían unas hojas preciosas, las flores lucían sus mejores colores, los niños jugaban en las calles… En el ambiente se apreciaba el olor a pasteles y a comida recién hecha. Un impulso la llevó a entrar en una casa. Ahí le esperaban sus padres. Se sorprendió, pues nunca los había visto de tan buen humor ni tan cariñosos con ella. Poco a poco, fue comprendiendo que el libro que había llegado a ella, era un cuento de una niña pequeña que adoraba a sus padres, que estaba siempre contenta con ellos, que su vida era magnífica. No había ni un día que le faltara un abrazo o un beso. Y compartían mucho tiempo ella, su madre y su padre. Era un cuento precioso. Ese libro había escogido a Raquel porque ella deseaba con toda su alma tener una familia así. Y el fin de esa librería era conseguir que las personas tuvieran lo que deseaban al menos durante un ratito.
Cuando Raquel abrió los ojos, le estaban mirando el dueño de la librería y la señora Josefina.

-No voy a preguntarte qué libro era. Puedes llevártelo si quieres, y así ves las imágenes. Pero recuerda que el libro volverá a su lugar.

De camino a casa, Raquel y Josefina no hablaron. Ojeó el libro antes de irse a dormir y estaba contenta pues al menos vio a sus padres como ella quería durante un ratito. Puso el libro sobre la mesilla de noche y se durmió. A la mañana siguiente, el libro había desaparecido. Raquel estaba sorprendida. Más tarde pensó que todo había sido un sueño, pero en el fondo se negaba a sí misma que fuera así.
Se vistió y fue corriendo a casa de la señora Josefina. Llamó a la puerta y tardó un poco en abrirla porque a la señora Josefina le dolían mucho los huesos por la mañana.

-¡Vaya! Hola cariño, no te esperaba tan pronto.
-Ya… es que el libro…
-Bueno, ¿de qué te sorprendes? Ya te dijo el dueño que volvería a su lugar. Si quieres la semana que viene volvemos.

Una tremenda sonrisa apareció en la cara de Raquel cuando comprobó que no había sido un sueño.

10 comentarios

Dynaheir -

Pues sí :) Yo sigo creyendo en Nunca Jamás, y cada vez que cierro los ojos, vuelo con Peter Pan. Por qué no vas a tener tú un libro como esos? ;)

Marta -

Maravilloso Davi. Una imaginación sorprendente, con una narración estupenda, dan como resultado una historia fantástica. Tú crees que si cierro los ojos con fuerza, puedo soñar con esa librería, y traerme un libro mágico de esos que has descrito?

besos

Dynaheir -

Jo! así da gusto ehhhh jajajaja. Hoy no escribo mucho porque no tengo tiempo. Está aquí en Málaga una amiga y estoy con ella :p

Mañana pondré algo mejor. Besitos a todos!!

Olaya -

Oh !! Que bonita historia Davi. En serio, dedicate a esto que te veo como una famosa escritora.

Besos

Corazón... -

Holas niña

Cada día escribes mejor... que historias mas lindas :)

Un beso y saludos!

;o)

Agua -

Bellisima narracion...gracias
por la magia de tus letras...
me encanta tu blog, siempre termino con una sonrisa!

Un beso en la punta de la nariz!

Viento Nocturno -

WOW. No dejas de impresionarme con tus narraciones. Me he quedado con la boca abierta. Muchas felicidades!!!! Besos

Sory -

Una historia preciosa ! :)
Hacemos una cosa.... si algún día averiguas donde está esa libreria, me lo dices, va? ;)
Besazo niña ! :*

LuNa -

hola:) m ha encnatado la historia...q original..loq daria yo x tenr un libro d esos ahora a mano..jejeje...un besito

Edu -

Cada dia te superas :-O Esta wapisima esta historia!!!

Ojalá existieran librrias asi xD